sábado, 2 de agosto de 2008



-Esto me recuerda un tiempo lejano. Cuando éramos adolescentes.Allie sonrió, pensando en lo mismo, y miraron el humo y el fuego, abrazados.
-Noah, aunque no me lo has preguntado, quiero que sepas una cosa.
-¿Qué?-Nunca hubo otro hombre -respondió con voz tierna
-. No sólo fuiste el primero, sino el único. Nunca me he acostado con otro. No espero que me digas nada semejante, pero quería que lo supieras.Noah apartó la vista en silencio. Allie siguió miran­do el fuego, sintiendo que su pasión crecía. Acarició los músculos duros y firmes del pecho de Noah por debajo de la camisa.Recordó que una vez se habían abrazado de aquel modo, pensando que sería la última vez. Estaban sen­tados sobre un dique construido para contener las aguas del río Neuse. Ella lloraba porque cabía la posi­bilidad de que no volvieran a verse y se preguntaba si alguna vez volvería a ser feliz. En lugar de responder, él le había entregado una nota, que Allie leyó camino a casa. La había guardado, y de vez en cuando la releía, entera o por partes. Había leído un par de párrafos centenares de veces, y por alguna razón, ahora volvie­ron a su mente. Decía:Nos duele tanto separarnos porque nuestras almas están unidas. Es probable que siempre lo hayan estado y que siempre lo estén. Quizá haya­mos vivido mil vidas antes que esta y nos hayamos encontrado en cada una de ellas. Y hasta es posible que en cada ocasión nos hayamos separado por los mismos motivos. Eso significa que este adiós es a un tiempo un adiós de diez mil años y un preludio de lo que vendrá.Cuando te miro, contemplo tu belleza y tu gracia y sé que han crecido con cada vida que has vivido. También sé que te he estado buscando durante todas mis vidas anteriores. No buscaba a alguien como tú, sino a ti, pues tu alma y la mía están destinadas a estar juntas. Y sin embargo, por razones que escapan a nuestro entendimiento, nos han obligado a despedirnos.Me gustaría decirte que todo se arreglará entre nosotros, y te prometo hacer lo que esté en mis manos para que así sea. Pero si no volvemos a vernos y esta es una verdadera despedida, sé que nos reencontraremos en otra vida. Volveremos a encontrarnos, y aunque las estrellas hayan cam­biado, no nos amaremos sólo por esa vez, sino por todas las veces anteriores.¿Era posible? ¿Tendría razón? Allie nunca lo había descartado por completo, y se aferraba a su promesa por las dudas. Esa predicción la había ayudado a supe­rar muchos momentos difíciles. Pero su presencia allí parecía poner en entredicho la teoría de que estaban predestinados a vivir separados. A menos que los astros hubieran cambiado desde su último encuentro.Quizá lo hubieran hecho, pero Allie no quiso mi­rar. En cambio, se arrimó más a Noah y sintió su calor, el contacto de su piel, de su brazo rodeándole los hombros. Y su cuerpo comenzó a temblar de expecta­ción, como el primer día que habían estado juntos.¡Se sentía tan a gusto! Todo le parecía bien: el fuego, las copas, la tormenta... no había una situación más perfecta. Como por arte de magia, los años de separa­ción perdieron importancia.Fuera, un relámpago surcó el cielo. Las llamas danzaban sobre los leños al rojo blanco. La lluvia de octubre caía torrencialmente sobre las ventanas, sofo­cando cualquier otro sonido.Por fin se rindieron a los sentimientos que habían reprimido durante los últimos catorce años. Allie le­vantó la cabeza del hombro de Noah, lo miró con ojos brumosos, y él le besó los labios con ternura. Ella alzó la mano y le acarició la mejilla con los dedos. Noah se inclinó despacio y volvió a besarla, siempre con suavi­dad y dulzura, pero ella devolvió el beso, sintiendo que los años de separación se desvanecían para trocarse en pasión.

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